domingo, 11 de mayo de 2008

Hace rato, hace.

Cansancio.


Si, es verdad. Cansado, ¿de que?
De las risas gastadas,
de los silencios que se asemejan a gritos,
de la imagen que sigue ahí dogmatica,
de mi Díos que no reza,
de mí Demonio que nisiquiera miente,
de la cura que se enferma,
del vilipendio que me ama,
del amor que me sofoca,
de los omnicientes que siempre dudan,
de la inseguridad de los convincentes,
de la solidaridad que nunca descanza,
de los olvidados que ya no claman,
de los famelicos y su jornada,
de mí lagrima fría y tan salada,
de los que rien y no les alcanza,
de mi memoria que olvida,
de mi juventud que envejece,
de tu nombre y de mi apellido,
de las aptitudes prestadas,
de vos y tu sequito filodoxo,
o era, ¿un filodoxo buscando conformar su sequito?
Cansado de vos y tu mirada,
cansado del silencio que no me habla,
cansado de mi respuesta que a veces falta,
cansado de la doctrina.
Cansado del miedo que esta instala.
Cansado, cansado, cansado,
...mientras tanto, sin detenerme en la imagen de
los ilustrados, voy a seguir cansado, pero
con la estampa con la que me gratifican los desesperados.
Para los hijos adoptivos del silencio y del tiempo perdido,
con ellos me encuentro, con ellos camino por el cuarto circulo.
Es ahí, en donde nos vemos, ciegos,
sin lágrimas,
porque ellas ya no corren,
sino que bajan
desde el cielo.
Cansado, Blas. Hace rato, hace.

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