martes, 3 de junio de 2008

La sombra, ¿de quien?


Si pudiera recordar ese principio que depara mi fin.


El factor París se refiere a los musulmanes de Buenos Aires. Sé que no hay musulmanes en Buenos Aires. Los hay, pero no son ellos “el problema musulmán”. El “problema musulmán” que aqueja al votante-Macri son los negros, el conurbano, el Gran Buenos Aires, la periferia de ciudad dispendiosa. Si en París los musulmanes son los que invaden la ciudad-lujo, si los parisinos eligieron a Sarkozy para que se los quitara de encima, aquí, en la Reina del Plata, en nuestra ciudad-lujo, la amenaza latente, los que pueden transformarse en furiosos musulmanes parisinos son los negros, la negrada, señores. Vote a Macri y la negrada no invade Buenos Aires. Y para impedir eso hay que tener mano dura. Hay que ser hijo de don Franco y presidente de Boca. El diario El País tiene razón: Buenos Aires ha elegido como alcalde al presidente de Boca. Filmus da River. Macri es Boca. Todos sabemos qué es Boca. Boca es el equipo de la garra, de la fuerza. No es el equipo del “jogo bonito”. Es el equipo del Tano Roma. Del Tanque Rojas. Del Rata Rattin, que se sentó con los tapones embarrados en la alfombra de la reina de Inglaterra, la mismísima Helen Mirren. Ser de Boca y salir con los tapones de punta a limpiar la ciudad es lo mismo. Se votó a Macri para que les haga una plancha definitiva a los negros. Tanto a los posibles invasores de la periferia como a los que andan enroñando y afeando este jardín que es la Atenas del Plata. Fuera con los cartoneros, con los motoqueros y con los pibes de los deliverys que andan en esas bicicletas que se meten zigzagueando entre los coches y uno tiene que cuidarles la vida, porque si los aplasta “los tiene que pagar por buenos”. Con lo que hemos llegado al factor taxi. El votante de Macri es el taxista al que Radio 10 le hace el bocho todo el día. Aclaro: no todos los taxistas son así. A veces uno sube y el tipo está escuchando música clásica o Piazzolla o la Negra Sosa. Pero el tachero es un tipo que tiene una verba inflamada, que le habla a uno le guste a uno o no que alguien le hable. Uno puede apelar a la lectura y no. Le habla igual. Y dice lo que dice el factor taxi. Que hay que limpiar la ciudad. Que hay que echar o matar a todos los motoqueros, los cartoneros, a todos esos musulmanes terroristas que –apenas nos descuidemos– incendian Buenos Aires.

Puede que los verborrágicos protagonistas del voto taxi tengan a su guardián duro y a su ciudad limpia. También los porteños fruncidos. Pero, Macri, ojo, cuidado con el trabajo de limpieza que el rencor de la ciudad blanca y de los fachos irredentos le pide: un muerto, en Buenos Aires, es un muerto. Kirchner no tiene ni uno. Ni uno en cuatro años de Gobierno. Porque no reprimió, razón por las que también, él, pierde estas elecciones: porque el pueblo de la Atenas blanca no le tiene confianza para la represión. ¿O acaso reprimió a los piqueteros? Mejor –piensan los fachos del “que los maten a todos”– se portó Duhalde. Mejor se va a portar Macri. Cuidado, Macri: sus votantes le piden limpieza y mano dura. Le están pidiendo un muerto o más. En rigor, los que haga falta. Pero (usted, al menos, tiene que saberlo) le piden, con eso, que deteriore y hasta que destruya su carrera política. Que construya su derrota. El problema es: si Macri no les da el muerto o los muertos o los violentamente expulsados que le piden, ¿a quién van a empezar a llamar?


Es así, un todo inexplicable que se equivoca. ¿NO?




Jose Pablo Feinmann.